Ahora que Marvel Now! está a punto de caer sobre nosotros y que Bendis pronto será investido como maestro de ceremonias para torturarnos porque las películas mutantes no venden tanto como la de los Vengadores, habrá que echar un vistazo a todo lo que ha ocurrido desde que me perdí en el ciberespacio. Pero antes… NOOO! Bendis, no. Qué injusto es el mundo, ahora que Kieron Gillen consiguió
que la Patrulla X volviera a ser número 1 (y sin Lobezno) le cambian de serie y traen a… Bendis.
Pero bueno, ya habrá tiempo de despotricar sobre Marvel Now cuando llegue a España. De momento, vamos con los últimos estertores de Cisma. Cisma en su momento fue una gran idea, una forma de combinar la novedad de los últimos tiempos (la nación de Utopía) con lo más tradicional (la recuperación del Instituto). Vale que el Cisma en sí mismo fue una chorrada y que es tan difícil creer que Lobezno se preocupa por los críos que los guionistas no dejan de usarlo como broma cada vez que tienen oportunidad. Además era una manera estupenda de reorganizar la franquicia haciendo el enésimo intento para separar a los X-Men en grupos manejables y darle voz a personajes algo olvidados como Vaina, Bala de Cañón, el Hombre de Hielo (el eterno secundario), Magik, Estrella del Norte e, incluso, recuperar a auténticas antigüedades como Mímico o X-Man.
Una pena que este nuevo status quo que tanto podría haber dado de sí exprimiendo la rivalidad entre bandos se haya quedado en la cuneta tras unos escasos 20 números americanos. Pero el mercado es el mercado y parece que había que montar algo gordo para recuperar la plaza de primera editorial de cómics que le arrebató DC con su Nuevo Universo. Ya veremos qué tal. De momento, seguiremos repasando las series, empezando por la colección madre: La Imposible Patrulla X. Es curioso que las dos series cabeceras de cada bando hayan salido tan extrañas. En el caso de La Imposible Patrulla X, sus rarezas vienen, sobre todo, por tener un compuesto casi en exclusiva por antiguos (y nuevos) villanos: Emma Frost (antigua Reina Blanca del Club Fuego Infernal), Magneto (terrorista mutante por antonomasia), Namor (archinémesis de los 4F), Magik (hechicera demoniaca dominada más de una vez por su lado oscuro), Coloso (antiguo buenazo poseído por el poder del Juggernaut), el Dr. Némesis (que llegó a trabajar para los nazis), Peligro (antigua Sala de Peligro con tendencias homicidas no resueltas) y Cíclope (que últimamente se le ha ido la olla más de lo debido). Esos aparte de Tormenta, cuya mayor falta en la vida fue casarse con Pantera Negra y convertirse en una cuarentona aburrida.
Pero semejante tropa, reunida para dejar claro al mundo lo malos que pueden llegar a ser los mutantes si les tocan las narices, no fue lo que llegó a hacer que la serie se convirtiera en la más vendida de la editorial. Tampoco el reciclaje de Falange a modernos zombies tecnorgánicos o el recorrido turístico por la interesante Tábula Rasa (una versión hiperevolucionada de Tierra Salvaje). Lo mejor de la serie ha sido, sin duda, el renacimiento de Mister Siniestro como un macabro sibarita que consigue hacerse su propio reino en el que hasta las vacas son clones suyos y todas las mujeres son Madelyne Pryor. Sólo por conseguir convertir al primo hortera de Drácula en uno de los villanos más inquietantes e interesantes de la historia, Kieron Gillen merecería quedarse la serie para siempre. Lástima que Bendis se haya encaprichado con los mutantes.
Bueno, mañana más. Cismados saludos a todos.
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