Con Claremont fuera de la franquicia, Jim Lee tomó posesión co-mo señor supremo de la nueva X-Men mientras Rob Liefeld seguía con su X-Force (conversión hiperviolenta de los Nuevos Mutantes). El resto de colecciones no tuvieron la suerte de contar con un guionista fijo que supiera lo que quería hacer y se vieron abocadas a los bandazos argumentales a los que les llevaba gente como Portacio o Byrne, que apenas se mantenían en sus puestos 3 números seguidos y regresaban al cabo de los meses. Y las que tenían un escritor que valía la pena (Alan Davis en Excálibur o Peter David en Factor X), vieron cómo eran despedidos o se marchaban por intromisiones en su trabajo, eso sí, después de que consiguieran convertir las series en colecciones de culto.
Gracias a todos estos factores, durante el tiempo que Jim Lee y los suyos reinaron, el nivel argumental de las colecciones (con excep-ción de las etapas de Peter David y Alan Davis) se vio reducido a una sucesión escenas de piscina con bañadores casi inexistentes y peleas contra gente que se parecía bastante a otros (los Arribistas tenían cierto regusto al Club Fuego Infernal) o directamente eran plagios mal disimulados (Masacre de Deathstroke o los X-Ternos de los Inmortales). Sin embargo, a pesar de todo la franquicia pudo sobreponerse y tuvo algunos momentos que merecieron la pena. De todas formas, eso era secundario porque lo que mandaba en las ventas eran las tetas grandes, las peleas violentas, los músculos hipertrofiados y los pistolones del tamaño de neveras de hotel.
Pero a Marvel no le iba a durar la ale-gría para siempre. Solo un año después de haber conseguido controlar casi por completo la editorial (no hay que olvidar que Todd MacFarlane estaba en Spiderman) los llamados dibujantes estrellas le pidieron a la editorial que les diera la propiedad intelectual de sus trabajos. La editorial ya había tenido va-rias veces esta discusión. A John Byrne, por ejemplo, le dieron parte de los beneficios de venta de Alpha Flight (aunque para cobrar algo tenía que vender más de 100.000 ejemplares, cosa complicada con una serie como esa). Pero esta vez, Marvel no estaba dispuesta a ceder y, en consecuencia, abandonaron la editorial Jim Lee (X-Men), Rob Liefeld (X-Force), Whilce Portacio (Patrulla X), Marc Silvestri (Lobezno), Todd McFarlane (Spiderman), Erik Larsen (Asombroso Spiderman) y Jim Valentino (Guardianes de la Galaxia).
Era 1992 y acababa de nacer Image Comics. Curiosamente, Chris Claremont no tardó en unirse a sus antiguos rivales.
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