Las malas lenguas dicen que Stan Lee creó a los mutantes para no tener que inventar más orígenes de los superhéroes en los que tuvieran que adquirir sus poderes de forma original. Después de usar rayos cósmicos, arañas radiactivas, martillos asgardianos, armaduras metálicas, radiaciones gamma y partículas científicas nadie se lo podría reprochar, pero tampoco hay que olvidar que en los sesenta el tema de las mutaciones y los niños con características anormales (poderes incluidos) era un tema bastante recurrente en la literatura de ciencia-ficción de la época.
Fuera por la razón que fuera, los mutantes quedaron constituidos como personas nacidas con poderes maravillosos que eran odiados y temidos por la humanidad. Pero la causa de esas mutaciones no tenía tanto que ver con la actual. Nada de Gen X. La razón de esas extrañas habilidades era, como no podía ser de otra forma en plena Era Atómica, la influencia de las radiaciones. Así, la Bestia tenía poderes porque su padre había sido radiado en su trabajo de técnico nuclear y la isla mutante Krakoa que salió en el Giant Size (y a la que detectó el mismo Cerebro) se formó por las pruebas nucleares que se realizaron en su territorio.
Pero esto daba pie a un gran problema ¿por qué eran odiados los mutantes por tener poderes y querían a Spiderman si su origen era el mismo? Durante bastante tiempo el concepto de mutante estuvo algo confuso. Así se daban habitualmente situaciones como que el morlock Caliban, cuyos poderes son de detección de mutantes, le dijera a Spiderwoman que eran iguales a pesar de que las habilidades de la chica no fueran de nacimiento.
Toda esta inderminación terminó con el establecimiento de que el Gen X era lo que definía a los mutantes como especie, el Homo superior, la nueva evolución humana que sustituiría al Homo sapiens.
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